Vista del sitio de construcción de la presa Belo Monte, sobre el río Xingú, Brasil, el 13 de marzo de 2014 |
El
impacto sobre los ríos amazónicos será 'irreversible' si se
construyen todas las represas planeadas.
por Miguel
Ángel Criado
A lo
largo del Amazonas hay 140 presas hidráulicas operativas o en
construcción y planean construir otras 428. Aunque al final solo se
levante una porción de ellas, los científicos creen que su impacto
sobre los ríos amazónicos será "desastroso". Un estudio
global sobre las consecuencias de tanta represa señala que alterarán
el discurrir del río, reteniendo la mayor parte de los sedimentos y
nutrientes fluviales que no vivificarán la planicie amazónica,
ahogando la vida que depende del río y el océano donde acaba.
En el
Amazonas todo es a lo grande. Su tramo principal tiene unos 2.000
kilómetros hasta la desembocadura en el Atlántico, en un estuario
con más de 300 kilómetros de ancho. Pero aún hay otros 5.000
kilómetros hasta llegar al extremo contrario, a su cabecera en los
andes peruanos, por donde discurren sus afluentes principales.
Algunos, como el Madeira, el Negro o el Japurá, están entre los 10
ríos más grandes del planeta. La cuenca del Amazonas ocupa una
extensión de 6,1 millones de Km2, 12 veces la de España. Y el agua
que discurre por los ríos amazónicos equivale al 20 % del agua dulce
líquida de la Tierra.
A
pesar de tanta enormidad, no hay río que sobreviva a 568 presas. Esa
es la principal conclusión de un amplio estudio en el que han
participado desde ecólogos hasta ingenieros, pasando por economistas
y geólogos de una decena de universidades estadounidenses, alemanas,
británicas y brasileñas. Aunque cada presa lleva aparejado su
estudio de impacto ambiental, nunca se había estudiado el impacto
regional de todas las represas habidas y por haber en la cuenca
amazónica. La investigación, publicada en Nature, analiza el coste
que tendrán sobre la vida del río, desde las inundaciones
estacionales que dan vida a la Amazonia, hasta los sedimentos que
dejará de arrastrar hasta la desembocadura.
Los
ríos no son solo agua. También transportan grandes cantidades de
sedimentos que arrancan de un lado y depositan en el otro. Estos
sedimentos son el sustrato mineral de la vida en una amplísima
región de más de un millón de Km2, entre humedales y llanuras
aluviales. En su último tramo, el Amazonas transporta entre 800 y
1.200 millones de toneladas de limos, arenas y arcillas y al menos la
mitad acaban en el océano al año. Con cada presa que se interponga
entre el río y el mar, un porcentaje de esos sedimentos quedará
atrapados en el hormigón.
"Acuérdense
del antiguo Egipto, que dependía de los limos del río que
fertilizaban las tierras de la llanura de inundación", dice el
investigador de la Universidad de Texas en Austin (Estados Unidos) y principal
autor del estudio, Edgardo Latrubesse. "El Nilo es hoy en día
un río totalmente regulado artificialmente por megarepresas. Es un
caso típico que ejemplifica los tremendos impactos producidos por
infraestructuras construidas varias décadas atrás, lo que produjo
grandes impactos sociales, ambientales y económicos", añade
este experto en geomorfología de los ríos. No es la primera vez que
se relaciona la situación del Egipto moderno con la alteración del
curso de su gran río.
En el
caso que Latrubesse mejor conoce, el amazónico, el impacto combinado
de las presas podría provocar que más del 60 % de los sedimentos que
arrastra el río se queden ahora atascados. "En el Yangtze
[donde se levantó la presa de las Tres Gargantas] la retención hoy
en día ya es de más de 75 % y en otros ríos como el alto Rio Paraná
en Brasil, la retención es más del 100 %. Valores de más de 70-90 %
son típicos en el mundo. Esperamos algo similar en el Amazonas si
todo fuera construido", sostiene.
Tal
interferencia en la dinámica del río tendrá unas "consecuencias
desastrosas", en palabras de Latrubesse. Los sedimentos no solo
transportan nutrientes a la llanura aluvial, sino que son parte
integrante del río: "Se erosionan barrancas, islas y pedazos de
la llanura aluvial mientras se generan nuevas áreas por
sedimentación", recuerda este investigador. Esta dinámica
ayuda a mantener en los trópicos una gran diversidad de ambientes y,
para los biólogos, "este proceso de regeneración es un
mecanismo muy importante que contribuye a la creación de
biodiversidad", concluye.
El
problema no será menor en la desembocadura. La columna de agua y
sedimentos que acaba en el Atlántico se extiende por más de 1,3
millones de km2 del océano, la mitad de lo que ocupa el
Mediterráneo. Además de ser la base de una extensa línea coralina
en la costa americana y los manglares de las Guayanas y el norte de
Brasil, esta enorme aportación amazónica interviene en el clima
regional condicionando la generación y movimiento de las tormentas
tropicales del Caribe. La falta de sedimentos en la zona costera
también favorecerá la erosión marina y la intrusión salina en los
acuíferos.
Los
autores del estudio han creado un índice de vulnerabilidad de los
ríos al impacto de las presas. Sobre un máximo de 100, algunos ríos
de la franja andina, como el Marañón, podrían alcanzar un índice
72. En su cabecera hay construidas o planificadas 104 presas de más
de 1 megavatio (MW) de capacidad generadora. Más abajo, el río más
vulnerable es el Madeira, uno de los 10 más caudalosos del mundo que
por sí solo aporta la mitad de los sedimentos que el Amazonas lleva
al mar. Con un índice de vulnerabilidad superior a 80, en el Madeira
viven unas 1.000 especies de peces, el triple que en todos los ríos
de Europa.
Pero
el caso más llamativo quizá sea el del Tapajós, el principal
afluente de la margen derecha del Amazonas. En su tronco principal no
hay ninguna presa. Sin embargo, es y será uno de los más afectados
por la construcción de decenas de represas en sus afluentes creando
un sistema interconectado de presas y pantanos artificiales a lo
largo de 1.000 Km, casi la distancia que hay entre Madrid y París.
Para Latrubesse, "seria imposible construir este tipo de obras
de tremendo impacto ambiental en países desarrollados".
La
justificación para todo esto era la necesidad de generar la energía
sobre la que Brasil, Ecuador, Perú o Bolivia pudieran basar su
desarrollo. Sin embargo, las presas hidroeléctricas no parecen la
solución. El investigador de la Universidad de Oxford y coautor del
estudio, Atif Ansar, recuerda: "Nuestras investigaciones previas
han mostrado que, debido al sistemático problema de los sobrecostes
y el alargamiento de los plazos, el coste real de las grandes presas
es demasiado alto como para recuperarlo". Pero estos trabajos
eran económicos, no incluían el impacto ambiental. Ahora, dice,
"las grandes presas no solo son inviables económicamente, sino
también ambientalmente perjudiciales".
Fuente:
Miguel Ángel Criado, 500 presas amenazan con ahogar el Amazonas, 14/06/17, El País. Consultado 16/06/17.
No hay comentarios:
Publicar un comentario