Este artículo
forma parte de la cobertura especial de Inter Press Service (IPS) por el Día Mundial de
Lucha contra la Desertificación, el 17 de junio.
por Fabiana
Frayssinet
BUENOS AIRES, 15
jun 2017 (IPS) - Pese a que América Latina y el Caribe concentran 12
por ciento de los suelos cultivables del planeta y un tercio de sus
reservas de agua dulce, varios factores contribuyen a la degradación
de sus suelos y al éxodo rural que compromete la seguridad
alimentaria en un futuro ya no tan improbable.
Los datos y el
alerta surgen de estudios de la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO) cuando se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, el sábado
17, que este año pone énfasis en la migración rural como una de
las consecuencias del aumento de los procesos de desertificación, la
erosión de los suelos y la caída de las precipitaciones.
Durante los
últimos 50 años, la superficie agrícola de la región aumentó de
561 a 741 millones de hectáreas, con una mayor expansión en América
del Sur que fue de 441 a 607 millones de hectáreas. Ese incremento
trajo por lo general el uso intensivo de insumos, la degradación de
suelos y el agua, la reducción de la biodiversidad y la
deforestación.
Catorce por
ciento de la degradación mundial de los suelos ocurre en esta
región, siendo más grave en Mesoamérica, donde afecta a 26 por
ciento de la tierra, mientras en América del Sur se sitúa en 14 por
ciento.
“A medida que
los suelos se degradan, la capacidad de producir alimentos se reduce,
poniendo en riesgo la seguridad alimentaria”, explicó Jorge Meza,
oficial forestal de la FAO, desde su oficina regional en Santiago de
Chile.
Según Meza la
degradación de suelos, depende de factores como la gravedad y
extensión de la degradación, la dureza de las condiciones
climáticas, la situación económica de las poblaciones afectadas y
el nivel de desarrollo nacional.
En ese sentido,
explicó a IPS, la primera reacción de una población que intenta
sobrevivir es intensificar la explotación ya excesiva de los
recursos naturales más accesibles.
El segundo paso,
añadió, es liquidar todo lo que posee como equipos, inclusive para
encarar las necesidades monetarias para la educación, la salud o una
crisis de alimentos.
“El tercero es
el rápido aumento de la emigración rural: los varones adultos o los
jóvenes de ambos sexos emigran por temporadas o durante años en
busca de trabajo a otras regiones del país (especialmente a las
ciudades) o al exterior. Estas estrategias de supervivencia suelen
conllevar la ruptura de la comunidad y a veces de la familia”,
completó sobre el pernicioso proceso.
“La perspectiva
es que a medida que se incremente el cambio climático y no se mejore
la resiliencia de las poblaciones rurales, sobre todo las que se
encuentran en situación de vulnerabilidad, estas cifras se podrían
incrementar de manera importante”, advirtió el experto regional.
Según la
Comisión Económica para América Latina (Cepal), en la región hay
cerca de 28,4 millones de migrantes internacionales que representan
cerca de 4,8 por ciento de su población, de 599 millones de
personas, según datos del informe construido con los censos
nacionales.
América Central
es el área que más contribuye a este número con cerca de 15
millones de migrantes que representan el 9,7 por ciento de su
población (161 millones de personas).
La Organización
Internacional para las Migraciones (OIM) define a los “migrantes
ambientales” como las personas o grupos de ellas que se ven
forzadas o eligen dejar sus poblaciones por los cambios repentinos o
progresivos en el entorno que afectan sus modos de vida.
Pero según René
Saramago, consultor de FAO para Desarrollo Territorrial Rural, la
migración rural tiene una multiplicidad de causas como la pobreza,
la falta de oportunidades y en algunos casos, como sucede en los
países del llamado Triángulo Norte Centroamericano (Honduras, El
Salvador y Guatemala) la violencia criminal.
A esos elementos
se agrega ahora la vulnerabilidad de los hogares ante fenómenos
climáticos, como sequías cada vez más intensas y frecuentes,
comentó a IPS, también desde la oficina regional de la FAO.
“El ciclo
vicioso a qué se refieren tiene así mucho que ver con el rezago
histórico de las zonas rurales latinoamericanas, donde la
vulnerabilidad ante fenómenos climáticos se suma a otros factores
de vulnerabilidad que ‘empujan’ la gente a migrar, simplemente
porque no hay oportunidades y porque lo que antes era su actividad
principal, la agricultura, ya no les permite sobrevivir con
dignidad”, sostuvo.
Para el experto,
revertir ese fenómeno implica respuestas integrales en el sentido de
administrar las tierras de manera sostenible, de evitar la
degradación y de promover su recuperación, aunque no sería
suficiente para reducir la presión migratoria.
“Es fundamental
generar inversiones estratégicas en las zonas rurales en el sentido
de generar bienes públicos que permitan a los agricultores,
principalmente los agricultores familiares, superar sus limitaciones
históricas”, adujo.
Esas son las
herramientas, planteó, “para lograr revertir el ciclo vicioso es
fundamental recuperar y repensar el concepto de desarrollo rural
territorial, donde la construcción participativa de políticas y la
capacidad de abordar el problema de forma multidisciplinar y
multisectorial es clave”.
Una de esas
acciones, explicó Meza por su parte, es mejorar la administración y
distribución del recursos de agua. En las últimas tres décadas la
extracción de agua se ha duplicado en la región con un ritmo muy
superior al mundial. El sector agrícola y especialmente la
agricultura de riego representa 70 por ciento de las extracciones.
“Desde la
perspectiva social, la pobreza rural se refleja también en la falta
de acceso a los recursos tierra y agua. Los agricultores pobres
tienen un menor acceso a la tierra y al agua, trabajando suelos de
mala calidad y con una alta vulnerabilidad a la degradación. Un 40
por ciento de las tierras más degradadas del mundo están en zonas
con elevadas tasas de pobreza”, indicó.
El experto
explicó que existen numerosas experiencias que integran producción
y conservación de la biodiversidad, en particular, sistemas
agroalimentarios indígenas y tradicionales de producción,
agricultura familiar, conservación de la agro-biodiversidad, así
como manejo de recursos compartidos y protección de recursos
naturales, que aportan una metodología y sistematización de
prácticas y enfoques.
Norberto Ovando,
presidente de la Asociación de Amigos de Parques Nacionales de Argentina y miembro de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas,
relató a IPS algunas de esas experiencias en su país, donde 70 por
ciento del territorio está sujeto a desertificación.
Argentina ocupa
más de 80 por ciento de su territorio en actividades agrícolas,
ganaderas y forestales. La erosión es más aguda y crítica en zonas
áridas y semiáridas que componen las dos terceras partes del
territorio, allí donde la pérdida de productividad se traduce en el
deterioro de las condiciones de vida y expulsión de la población.
“Actualmente
muchos agricultores en el mundo y en Argentina están aplicando el
sistema de riego por goteo, que debería generalizarse en todo el
mundo y que los gobiernos deberán tenerlo como política de estado,
ayudando con préstamos blandos a los agricultores para su
instalación. Mediante este sistema se consiguen ahorros de hasta un
50 por ciento del agua, en comparación con el sistema tradicional”,
ilustró el consultor ambiental.
También
consideró que se debe popularizar el sistema de producción de
alimentos limpios, muy variados y productivos que se le conoce como
“sistemas de policultivos agro-acuícola-ganaderos integrados”,
actualmente difundido en Asia.
Pero para Novando
lo fundamental es la instauración de “políticas públicas que
promuevan el apoyo a la agricultura familiar y fortalezcan el empleo
rural”.
“Se podría
afirmar que en América Latina y el Caribe el hambre no es un
problema de producción, sino de acceso a alimentos. Por esto la
seguridad alimentaria está relacionada a la superación de la
pobreza y la desigualdad”.
“Es
indispensable una gestión eficaz de la migración por causas
ambientales para garantizar la seguridad humana, la salud y el
bienestar y para facilitar el desarrollo sostenible”, concluyó.
Editado por
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Fabiana Frayssinet, Alimentos, oasis de un éxodo rural latinoamericano no tan lejano, 15/06/17, Inter Press Service. Consultado 17/06/17.
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