miércoles, 21 de junio de 2017

Cuidado con el riesgo nuclear

El nuevo sarcófago de Chernóbil. Foto: Reuters

por Fernando Diez

Tras el anuncio de nuevas centrales nucleares a construirse en el país, debería considerarse su proximidad a grandes poblaciones urbanas. Cuando se planearon las centrales de Atucha I, en 1968, y Atucha II, en 1980, el accidente de Chernóbil no había acontecido todavía; por lo tanto, la perspectiva sobre el riesgo nuclear era bien distinta que ahora.

Tras el accidente de Chernóbil, en 1986, los 45.000 habitantes de la vecina ciudad de Pripyat debieron evacuarse en 36 horas. Luego hubo que evacuar a unas 350.000 personas. Las zonas de exclusión mantienen un radio de 30 kilómetros, pero incluyen áreas dispersas de gran superficie y distantes más de 140 kilómetros, dado que la radiación es desplazada en forma imprevisible por los agentes climáticos. Hoy se estiman en 90.000 las muertes prematuras producidas por la radiación, que inicialmente afectó más de la mitad de Europa. Varios países decretaron vedas a los productos de Ucrania y Bielorrusia debido a que la radiación se incorpora a diversas cadenas biológicas. A un costo de 2500 millones de dólares, las naciones europeas están pagando la construcción de un nuevo "sarcófago" que se terminará este año y los protegerá de Chernóbil por unos 100 años más.

Pasaron ahora seis años del accidente nuclear de Fukushima, que afectó la confianza en las centrales nucleares porque la tecnología y la ingeniería japonesas son muy bien consideradas. Estados Unidos, Alemania y Francia aumentaron sus estándares de seguridad. Alemania decidió cerrar inmediatamente las centrales nucleares antiguas, es decir, de los años 70 y 80.

En Fukushima, los evacuados llegaron a 200.000, pero el diario The Independent reveló que existió un plan secreto para la evacuación de Tokio, a más de 200 km. El área de exclusión se fijó en un radio de 30 kilómetros, pero debido a que vectores como el agua y el viento transportan la radiación en forma irregular en diferentes direcciones, las zonas evacuadas en algunos puntos llegan, todavía hoy, a más de 60 km de las centrales atómicas, a pesar de los 220.000 millones de dólares comprometidos en limpieza.

A la reciente conclusión de Atucha II, planeada originalmente en 1980, sigue ahora la intención de construir una nueva central con tecnología china en el mismo sitio. Previamente es necesaria una cuidadosa evaluación de la geografía que las rodea: Baradero, San Antonio de Areco, Zárate y Campana suman 250.000 habitantes en un radio de 30 kilómetros, pero la cifra de potenciales evacuados en caso de accidente pueden ascender a millones si consideramos condiciones desfavorables de dispersión radiactiva. Otra cuestión de riesgo está dada por la construcción de más de una central en un mismo predio, dado que el accidente en una puede extenderse a la otra o dificultar su operación. Las centrales nucleares son artefactos inestables, pueden colapsar en un accidente incontrolable no sólo por una acción equivocada, también por simple inacción: la falta de energía eléctrica, por ejemplo.

Estos factores de riesgo deben cotejarse con la geografía en la que van a asentarse, ya que comprometen la seguridad alimentaria, las napas de agua, las vías navegables (el Paraná, en este caso), industrias, puertos y rutas estratégicas y, claro, las poblaciones urbanas. En el caso de la radiación nuclear, que es invisible y se propaga a través de todos los medios imaginables, la distancia es un factor de protección del que aún dependemos, como han demostrado Chernobyl y, más recientemente, Fukushima.

Fernando Diez es urbanista, miembro de la Academia de Ciencias del Ambiente

Fuente:
Fernando Diez, Cuidado con el riesgo nuclear, 21/06/17, La Nación. Consultado 21/06/17.

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