El
desmonte, el uso discrecional del suelo y el avasallamiento urbano e
inmobiliario sobre los humedales amplían en Argentina las
posibilidades de que las lluvias se conviertan en catástrofes.
por
María Aguirre
Científicos,
funcionarios, organizaciones sociales y ambientalistas coinciden en
que el monocultivo, el avance inmobiliario que modificó
escurrimientos de agua naturales y la deforestación explican, en
parte, el terrible impacto de las inundaciones sobre 11 provincias,
donde -según proyecciones climáticas- seguirá lloviendo.
La
queja compartida en ámbitos académicos, científicos y en
organismos no gubernamentales es que "quienes gestionan
provincias y municipios consultan a los especialistas sólo cuando se
producen los desastres, para saber por qué ocurrieron, pero no
antes, a la hora de tomar decisiones" que afectan el manejo del
suelo, el diseño urbano o el curso de las aguas.
El
país tiene unos 40 millones de hectáreas anegables y casi la mitad
de esa superficie está localizada en la Pampa Húmeda, subrayó el
director de Suelos del INTA, Miguel Taboada, quien vinculó esta
circunstancia a que en el último cuarto de siglo se perdieron unas
12 millones de hectáreas de pasturas y pastizales, que fueron
reconvertidas en áreas sembradas, sobre todo en el NOA y NEA.
Argentina
perdió el 12 % de sus zonas forestales entre el 2001 y el 2014, según
un informe del año pasado del Banco Mundial, que detalló que "casi
toda la deforestación ocurrió en el norte" del país y que en
Santiago del Estero se dieron "los mayores niveles de desmonte
en el mundo".
El
estudio ubicó al país en el noveno puesto a nivel mundial entre los
países que más desperdiciaron su cubierta forestal, y advirtió que
esa pérdida equivalía a la desaparición de "un bosque del
tamaño de una cancha de fútbol" por minuto.
Según
datos del Global Forest Watch, entre el 2001 y el 2014 Argentina
sufrió una brutal pérdida de bosques, equivalente al 8 % del total
deforestado en Sudamérica.
Los
especialistas advirtieron que el verdadero problema está en cómo
los gobiernos, empresarios y la sociedad en general desoye algo que
la naturaleza está avisando hace siglos.
Si se
talan los bosques nativos, se destinan grandes extensiones a
monocultivo y se construye sobre humedales -reservorios de agua que
evitan las inundaciones- las lluvias y el desborde de ríos seguirán
siendo incontenibles.
El
subsecretario de Gestión Integral del Riesgo (Sinagir), del
Ministerio de Seguridad de la Nación, Marcelo Rozas Garay, resaltó
que actualmente hay una mayor conciencia sobre la problemática
ambiental, pero aceptó que llevará años mejorar las condiciones y
que "no sólo faltan obras, sino también políticas sobre
manejo de suelos".
Un
informe de la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO) ubicó a Argentina entre los
diez países que más desmontaron durante los últimos 25 años. En
ese lapso, se perdieron 7,6 millones de hectáreas, una superficie
similar a la de la provincia de Entre Ríos (a razón de 300.000
hectáreas al año).
"Una
hectárea con bosques absorbe diez veces más precipitaciones que una
hectárea con soja", aseguraron desde Greenpeace.
Para
el INTA, "todavía falta destinar grandes esfuerzos y mayor
responsabilidad a la forma en que se manejan los suelos porque eso
incide en la gravedad, en la velocidad y en la duración de los
procesos de inundaciones".
Inés
Camilloni, titular de la Maestría en Ciencias Ambientales de la UBA
e investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera
(CIMA-Conicet/UBA), consideró que el "compromiso social"
de los científicos debe estar dirigido a la "alfabetización
sobre cambio climático".
En el
libro "La Argentina y el Cambio Climático. De la Física a la
Política", que Camilloni escribió junto a Vicente Barros,
experto en climatología e investigador del Conicet, se reseñó que
en las inundaciones del 2007 en Santa Fe -por ejemplo- y en la
provincia de Buenos Aires, se dieron "situaciones anárquicas"
en las que cada productor defendía sus tierras construyendo diques o
derivaciones de agua en forma discrecional, y que incluso algunos
representantes del Estado sufrieron amenazas.
A
fines de 2007, el Congreso Nacional aprobó la Ley 26.331 de
Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques
Nativos, que recién fue reglamentada en 2009, luego de un insistente
reclamo de organizaciones sociales y ambientalistas.
Si
bien la norma puso algo de frenos al desmonte, ocho años después,
los fondos asignados en el Presupuesto Nacional no alcanzan para la
puesta en práctica total de la ley, según fue admitido por el
propio Ministerio de Ambiente de la Nación, y todavía varias
provincias que no completaron el ordenamiento territorial de sus
bosques.
A
todo esto se suma la demora en la sanción de la Ley de Humedales,
aprobada con dificultad en el 2016 en el Senado, pero todavía no
avanzó en Diputados por el "rechazo de los sectores
agroindustriales", denunció Nápoli.
Fuente:
María Aguirre, Monocultivo, desmonte y avance inmobiliario: claves para que las lluvias se vuelvan catástrofes, 10/06/17, Télam. Consultado 16/06/17.
No hay comentarios:
Publicar un comentario