jueves, 19 de octubre de 2017

«Fukushima mon amour», Eros (y Thanatos) en el infierno atómico

Entre la crónica periodística y la historia de amor, Pablo M. Díez ejecuta una certera radiografía de la sociedad japonesa.

por Sergi Doria

Primero fue el Gran Terremoto del 11 de marzo de 2011. Nueve grados en la escala de Richter con el epicentro a setenta kilómetros al este de Oshika. Al seísmo -que duró seis minutos- sucedió un tsunami que arrasó la costa nororiental del Japón. Diecinueve mil víctimas, cientos de miles de vehículos arrastrados, un millón de hogares destruidos y el espectro de las bombas de 1945: en la central de Fukushima 1 se funden tres de los seis reactores y quedan inutilizados los sistemas de refrigeración…

Pablo M. Díez (Córdoba, 1974) le toma las hechuras al infierno: la mayor catástrofe nuclear acaecida desde Chernóbil. Podría haber optado por la narrativa, escueta y documentada, del reportaje. Pero el corresponsal de ABC en Asia desde 2005 no se conforma con aplicar las reglas del oficio. La descripción de la tragedia tiene como protagonistas a un hombre -el periodista- y una mujer -Mika- que intentan aliviar con la atracción sexual el fracaso de sus respectivos matrimonios.

Ambos planos -el reportaje y la experiencia erótica- se alternan en una «story-road»: en el camino que va de Tokio a la zona muerta de Fukushima transcurre la catarsis de la pareja. «Durante aquellos días tenebrosos, pensábamos que una cadena de explosiones nucleares iba a hundir Japón en el fondo del océano. Y allí, en medio del fin del mundo, Mika y yo nos enamoramos. ¿Por cuánto tiempo? Eso nadie lo sabe. El tiempo pasa tan rápido que no somos más que visitantes de nuestra propia vida».

Ciudades donde la prostitución infantil se despacha mediante «citas remuneradas» de ejecutivos

En ese paseo por el amor y la muerte, el periodista occidental y la mujer nipona ajustan las cuentas a sus rupturas sentimentales y desgracias familiares mientras hacen el amor a la luz de las velas de un motel por horas. El camino hacia Fukushima está salpicado de testimonios sobre la catástrofe y referencias a las sombras de la aparentemente perfecta sociedad japonesa. Cuando Mika alude a su desmembrada familia, el narrador se adentra en la sombría trastienda del país del Sol Naciente.

Con un medido equilibrio entre la historia amorosa y la crónica periodística, Díez ejecuta una certera radiografía social. En los pueblos arrasados solo quedan ancianos; hace mucho tiempo que sus hijos se marcharon a las ciudades para trabajar en multinacionales como Sony o Toyota. Una sociedad en la que quedarse parado equivale al ostracismo bañado en sake. Ciudades donde la prostitución infantil se despacha mediante «citas remuneradas» de ejecutivos con niñas de diez a doce años, a cambio de yenes, teléfonos móviles o ropa de marca.

Lluvia negra
Un milagro económico sostenido sobre medio centenar de reactores en un país con un riesgo sísmico del 99 por ciento. A través de los personajes, el autor revela las fallas de un país que se identifica con la eficacia y los controles de calidad: «Desde hacía 20 años, había bastante información recomendando reforzar la seguridad de la central frente a eventuales terremotos y tsunamis, pero no se hizo nada al respecto por la connivencia entre Tepco y el regulador nuclear…». Tokyo Electric Power Corporation (Tepco) es la cuarta mayor eléctrica del mundo, tras E.ON, Electricité de France y RWE; falseaba los informes de seguridad sobre sus centrales y minimizaba las grietas en las instalaciones. Inaugurada en 1971, Fukushima 1 hizo que en ese rincón el Japón tecnológico y próspero volviera a caer la lluvia negra de una tercera bomba atómica.

Frente a un mar de peces muertos y naufragios, embutidos en monos protectores, los amantes transitan como fantasmas por el infierno atómico. En la «zona muerta», muerta ya para décadas, trabajan los «Héroes de Fukushima». Por treinta mil yenes y con la fe del kamikaze se exponen a una radiactividad que alcanza los 50 «milisiewerts» diarios. El tope se fija en 250, a partir de los 100 aumenta el riesgo de cáncer. En medio del silencio solo se oye el pitido de los contadores Geiger y el latido de dos corazones. Eros y Thanatos, conjugados.

Fuente:
Sergi Doria @ABC_Cultural, «Fukushima mon amour», Eros (y Thanatos) en el infierno atómico, 18/10/17, ABC.es

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