martes, 22 de mayo de 2018

La amenaza radiactiva de la URSS sigue viva

Beguimai Suguénova, junto a su hijo Daniel. Foto: Pilar Bonet

Las antiguas repúblicas soviéticas carecen de recursos para manejar los desechos de la que fue floreciente minería del uranio y de alternativas de empleo.

por Pilar Bonet

Mailuu-Suu (Kirguizistán).- “Cuando Daniel crezca nos iremos, tal vez a Bishkek (la capital de Kirguizistán), tal vez a Rusia, donde hay más posibilidades de encontrar trabajo y donde la vida es más fácil que en Mailuu-Suu”, dice Beguimai Suegénova, mientras mece en sus brazos a un bebé de tres meses. Mailuu-Suu (22.000 habitantes) está situada en las escarpadas riberas del río del mismo nombre, a unos 25 kilómetros de la frontera con Uzbekistán. Este entorno deprimido y con graves problemas ecológicos fue la primera “ciudad cerrada” de Asia Central, donde, de 1946 a 1968, se extrajo de la tierra y se procesó mineral de uranio para el programa de armamento de la Unión Soviética.

Mailuu-Suu y otras localidades mineras de Kirguizistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kazajstán fueron los eslabones centroasiáticos de la cadena de producción de uranio de la industria bélica de la URSS. Todas aquellas “ciudades cerradas” dependían del llamado “Sredmash” (abreviatura del gigantesco Ministerio de Construcción de Maquinaria Media, cuyo heredero en la Rusia actual es Rosatom).

En Mailuu-Suu se produjeron más de 9.000 toneladas de mineral de uranio y se generaron más de dos millones de metros cúbicos de desechos que aún hoy están repartidos en 23 vertederos en las inmediaciones de la ciudad. A ellos se suman minas y diversos recintos donde se efectuaba el primer procesamiento del mineral.

Una parte de aquel complejo de producción de uranio centroasiático sigue funcionando hoy con fines comerciales para Kazajstán, el país que ha tenido recursos para rehabilitar su medioambiente, y para Uzbekistán. Sin embargo, otra parte, incluida Mailuu-Suu, quedó abandonada y se transformó en un foco de peligros tras la desintegración de la URSS, cuando se desmantelaron los servicios de vigilancia que cerraban el paso a los intrusos o al ganado, se interrumpieron los trabajos de mantenimiento y rehabilitación y los empobrecidos habitantes locales arramblaron con los metales o materiales de construcción para venderlos como chatarra o emplearlos en sus propios hogares a riesgo de exponerse a dosis elevadas de radiación.

En los casi 28 años transcurridos desde que la URSS desapareció se han hecho varios esfuerzos internacionales para remediar el amenazante legado de la minería del uranio en Asía Central. Los intentos, no obstante, han sido parciales y en ocasiones solapados, sin abordar el problema de forma global.

Los materiales radioactivos de baja intensidad que se acumulan aún en las explotaciones de uranio de Asia Central suponen un riesgo de contaminación para su sistema fluvial y sus aguas subterráneas. La mayor urgencia es el garantizar la seguridad de los depósitos y vertederos de desechos radioactivos que en muchos casos están en las riberas escarpadas de los ríos, en zonas expuestas a los derrumbes, filtraciones pluviales, terremotos y erosión.

La Unión Europea junto con la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) han emprendido un programa para la regeneración prioritaria de siete instalaciones de obtención y procesamiento de uranio en Asia Central. De ellas, tres (Mailuu-Suu, Min-Kush y Shekaftar) están en Kirguizistán, dos en Tayikistán y otras dos en Uzbekistán. En el caso de Mailuu-Suu se trata de impedir que los residuos del uranio sean arrastrados al sistema fluvial del Syr Daria y lleguen al valle de Ferganá, la zona más poblada y más fértil de Asia Central.

La UE busca dinero
Este programa prioritario requiere 85 millones de euros. Hasta ahora, la UE ha puesto 16 millones y el resto está aún por recoger. Para incrementar la conciencia internacional sobre el problema, el 17 de mayo se celebró en Bishkek una conferencia internacional auspiciada por la UE. “No se trata solo de la salud y el entorno en el que viven millones de personas, sino también de un proyecto de cooperación regional para generar confianza entre los países afectados”, puntualiza Adriaan van der Meer, especialista en temas de seguridad nuclear en el directorio de Cooperación y Desarrollo de la Comisión Europea.

El coste total para remediar el legado de la producción de uranio en Asia Central se estima en 210 millones de euros, de acuerdo con un plan estratégico elaborado bajo los auspicios de la OIEA. La UE espera una nueva resolución de la Asamblea General de la ONU, que renueve el llamamiento a la solidaridad internacional efectuado en 2013. En noviembre se celebrará una conferencia de donantes.

En el pasado, en el complejo minero de Mailuu-Suu trabajaban especialistas e ingenieros de toda la URSS, que efectuaban el tratamiento inicial del mineral y lo enviaban después a una fábrica en Tayikistán. De allí, tras un segundo tratamiento, el uranio se trasladaba a las ciudades cerradas dedicadas a producir armas atómicas. Además de su propio uranio, en Mailuu-Suu se elaboró uranio de la República Democrática Alemana (RDA), que llegaba en trenes tras cruzar el territorio de Europa Oriental y la URSS, dice Ksakbek Torgóev, director del centro científico y de ingeniería Geopribor de Kirguizistán. “Cuando hubo que cavar a gran profundidad para extraer el uranio de Mailuu-Suu, su explotación se interrumpió. Para no dejar sin trabajo a la población local, Sredmash construyó una fábrica de bombillas, una de las cuatro más grandes de la URSS” dice el experto.

Tras el cierre de las minas en 1968, los especialistas se marcharon a la región de Chitá, en Siberia, explica. La fábrica de bombillas tiene ahora una plantilla de 2.500 empleados, según el alcalde de Mailuu-Suu, y una trayectoria errática. En la ciudad, el miedo a que cierren la fábrica coexiste con el temor a que la compren los chinos. “Si la cierran, Mailuu-Suu desaparecerá. Si vienen los chinos traerán su propio personal que quitarán sus puestos de trabajo a los de aquí”, dice Sueguénova. Esta mujer, de 28 años, es todavía estudiante y su marido trabaja en el comité de deportes local y cobra un sueldo de 8.000 soms (100 euros), que no es de los peores de aquí. Ambos tienen parientes en Rusia, lo que es el caso de muchos otros en la ciudad. En el centro de la localidad, un monumento proclama el “futuro brillante de Mailuu-Suu”. En la entrada principal de la fábrica de bombillas, un hombre nos grita: “Que reabran las minas de uranio, que haya trabajo”.

Que no toquen de nuevo los residuos de uranio como el año pasado, cuando lo trasladaron para enterrarlo en otro lugar. Nuestro problema es el agua”, afirma Dilbara Kashkarovaa, una mujer de 60 años que ha pasado 45 en la fábrica de bombillas. Kashkárova se refiere al agua “de color de chocolate” que sale del grifo debido a la falta de tratamiento y a los trabajos para garantizar la seguridad de los depósitos de mineral más vulnerables a los derrumbes sobre el río, que ha iniciado el consorcio Wisutek, por cuenta de la UE.

En Bishkek, la activista de derechos humanos Aziza Abdirasúlova, oriunda de Mailuu Suu, asegura que camiones cargados de restos de uranio cruzaron Mailuu-Suu lanzando polvo a los cuatro vientos cuando trasladaban a un lugar más seguro un depósito de restos de mineral de uranio que amenazaba con derrumbarse sobre el río.

El consorcio Wisutek ha medido la dosis de rayos gama en un millar de casas de Mailuu Suu (el 20 % de todos los edificios) y en siete de ellos encontró un aumento anormal de la radiación gama de aproximadamente el doble del fondo radiactivo natural de la región, afirma Christian Kunze, el responsable de Wisutec en la zona. El análisis de varias muestras de agua, tanto del sistema de canalización como de los pozos y los riachuelos reveló en algunas de ellas una concentración de uranio y otros radio nucleidos superiores a recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.

Las viejas minas abandonadas y las instalaciones para el procesamiento del uranio son hoy de libre acceso. Las señales de prohibido el paso y el alambre de espino que las rodeaban desaparecieron y las vacas se internan en las galerías en busca de una sombra donde descansar o de un charco donde beber. Las ruinas de las instalaciones para el procesamiento de uranio en Mailuu-Suu no llegan a formar el paisaje dantesco de Min-Kush. En aquella localidad, el representante del Ministerio de emergencias, Kudaiberdy, admite que todavía llegan gentes dispuestas a arrancar lo que queda de metal de la vieja fábrica de uranio. Lo venden a 10 som el kilo”, dice (1 euro tiene 80 soms). Min-Kush, cerca de 3000 (en el pasado más de 20.000). A diferencia de Mailuu-Suu, Min-Kush todavía tiene metal, pero no fábrica de bombillas.

Fuente:
Pilar Bonet, La amenaza radiactiva de la URSS sigue viva, 21/05/18, El País.

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